En los siguientes extractos, una serie de autorxs y artistas del último siglo y medio reflexionan sobre el significado de la bandera negra, el estandarte anarquista de rebelión y negación.
Louise Michel: De Luto por Nuestros Muertos y Nuestras Ilusiones
En noviembre de 1880, Louise Michel, maestra de cincuenta años y asesina de policías1, regresó a Francia al término de un prolongado exilio en el Pacífico Sur por su participación en la revolucionaria Comuna de París de 1871. Durante su exilio, su política había madurado hasta convertirse en un anarquismo total, que se oponía a toda forma de jerarquía y opresión. Inmediatamente se lanzó de nuevo a la organización radical en París.
Según Maurice Dommanget2, Louise Michel fue una de lxs primerxs en presentar la bandera negra como emblema del movimiento anarquista—aunque, a continuación, veremos pruebas que sugieren que trabajadorxs anónimxs ya habían empleado la bandera negra durante años en Lyon y quizás en otros lugares. El 9 de marzo de 1883, Louise Michel utilizó una enagua negra como bandera durante una manifestación de desempleadxs, durante la que lxs participantes saquearon varias panaderías. Nueve días después, el 18 de marzo, duodécimo aniversario del estallido de la Comuna de París, pronunció un discurso en el club radical Salle Favié, en el barrio pobre de Belleville en París:
“No más banderas rojas, mojadas con la sangre de nuestros soldados. Enarbolaré la bandera negra, de luto por nuestros muertos—y por nuestras ilusiones “.
El 22 de junio de 1883, Michel fue juzgada por la manifestación del marzo anterior. “¿Por qué hemos resguardado la manifestación bajo la bandera negra?” se dirigió a la sala del tribunal. “Porque esta bandera es la de las huelgas e indica que el obrero no tiene pan”. El tribunal condenó a Louise Michel a seis años de prisión por “no haber hecho nada para desalentar los saqueos”.
Le Drapeau Noir: Guerra a Todas las Leyes, Códigos, Jueces y Agentes de Policía
El 12 de agosto de 1883, poco después de que Louise Michel fuera juzgada en París, apareció un nuevo periódico anarquista en Lyon, Francia, titulado Le Drapeau Noir (“La Bandera Negra”). Le Drapeau Noir solo publicó 17 números con ese nombre; era solo una versión de una serie de diferentes apariciones de la misma publicación—llamada de manera diversa Le Droit social, L’Etendard Révolutionnaire, La Lutte, Le Drapeau Noir, L’Emeute, Le Défi, L’Hydre Anarchiste, L’Alarme y Le Droit anarchique—que se vio obligada a cambiar de nombre constantemente para adelantarse a la represión y la censura del estado.
En el primer artículo de este periódico, titulado “La Première du Drapeau Noir: aux Anarchistes” (La Premier de La Bandera Negra: A los Anarquistas), lxs editorxs detallaron sus aspiraciones:
¿Existe la necesidad de un programa cuando usamos el nombre “Le Drapeau Noir” para nuestro periódico? ¿No estamos indicando ya cuál será nuestra línea de actuación? Al tomar este nombre, nos inspiramos en la historia local de la ciudad de Lyon, porque es en las alturas de Croix-Rousse y Vaisse donde los trabajadores, impulsados por el hambre, la enarbolaron por primera vez, en señal de duelo y venganza, convirtiéndola así en emblema de las reivindicaciones sociales. Es decir, tomar este nombre significa que siempre estaremos del lado de los trabajadores contra los explotadores, del lado de los oprimidos contra los opresores.
Es un compromiso al que no fallaremos, inspirándonos en la campaña que iniciaron nuestros predecesores con Le Droit social, L’Etendard Révolutionnaire y La Lutte; veremos Le Drapeau Noir ondear al frente en el asalto de los anarquistas a esta vieja sociedad corrupta, que ya tiembla en sus cimientos; voz de la lucha y el combate, Le Drapeau Noir hará la guerra a todos los abusos, a todos los prejuicios, a todos los vicios, a todas las hipocresías que, bajo el nombre de instituciones sociales, se unen actualmente para retrasar la caída de este viejo mundo podrido, que, abandonado a su suerte, no tardará en colapsar bajo el peso de sus infamias.
Defensores de la libertad absoluta, haremos la guerra a todos esos pseudo-liberales, fabricantes de leyes, que solo entienden la libertad cuando está bien regulada, nosotros que creemos que la libertad solo es real si no tiene obstáculos; haremos la guerra a las leyes, los códigos, los jueces, los policías y, al final, a todas las instituciones, cuyo objetivo real es restringir esta libertad que proclamamos en voz alta, y promover la explotación de las masas a manos de una minoría de privilegiados.
En el segundo artículo, lxs editorxs dejaron claro el motivo de su preferencia por la bandera negra:
“Los acontecimientos, los hechos cotidianos, nos han dejado claro que la bandera roja, tan gloriosamente derrotada, bien podría, si resulta victoriosa, cubrir con sus flamantes pliegues los ambiciosos sueños de unos pocos intrigantes de bajo nivel. Porque ya ha dado cobijo a un gobierno y ha servido como estandarte a una autoridad constituida. Fue entonces cuando comprendimos que ya no podía ser nada para nosotros, los ingobernables de todos los días y los rebeldes de toda la vida, sino una vergüenza o una ilusión”.
The Alarm: El Emblema del Hambre
Según el periódico anarquista The Alarm, lxs anarquistas en Estados Unidos marcharon con la bandera negra por primera vez el 27 de noviembre de 1884, el Día de Acción de Gracias, en una manifestación que pedía explícitamente la abolición por la fuerza de la propiedad y el trabajo asalariado. Las siguientes citas están extraídas de un artículo titulado “La Bandera Negra: El Emblema del Hambre Enarbolado por los Proletarios de Chicago”, de la edición del 29 de noviembre de 1884 de ese periódico.
El día señalado, jueves 27 de noviembre, comenzó con aguanieve y lluvia. El viento soplaba fuerte y helado y dejaba una sensación punzante e incómoda en la parte expuesta de la cara o las manos. A la hora anunciada, las 2:30 pm, más de tres mil personas se habían reunido en Market Street, entre Madison y Randolph. La mezcla de lluvia y aguanieve caía sin piedad, mientras el suelo estaba cubierto de barro y agua. La severidad del clima mostró algo del espíritu que debe haber en las personas que no fueron disuadidas por él.
El primer orador declaró que la manifestación era “una asamblea de hombres en interés de la humanidad” y presentó una crítica del capitalismo:
Ahora, cuando el mercado está saturado de ropa, las fábricas cierran, y miles de personas se quedan sin trabajo y, en consecuencia, se ven privadas de los medios para conseguir algo de ese exceso de oferta, y el resultado es que los hombres tienen que ir harapientos porque hay demasiada ropa en el país. Lo mismo ocurre con todas las demás cosas. La gente tiene que vivir a la intemperie, porque hay demasiadas casas en el país. Ahora hay tantas casas vacías que no hay demanda de más, y por lo tanto los constructores están ociosos y no pueden ganar dinero para pagar el alquiler. Piénsalo. Andrajosos porque hay demasiada ropa en el país. Viviendo a la intemperie porque hay demasiadas casas en el país. Hambrientos porque hay demasiado pan en el país, y helados porque hay demasiado carbón en el país. ¿Puede continuar esto? ¿Hay algún hombre tan ciego que no pueda ver que este sistema debe ser cambiado?
Entre lxs otrxs que subieron al podio se encontraba el anarquista August Spies, quien fue posteriormente asesinado por el estado en la tragedia de Haymarket.
El siguiente orador fue August Spies. Señaló la bandera negra y dijo que esta era la primera vez que el emblema del hambre y la inanición se enarbolaba en suelo americano. Representa que estas personas han comenzado a alcanzar la condición de inanición propia de los países más viejos. Tenemos que acabar con estos ladrones que están robando a los trabajadores.
Tras los discursos, la manifestación se puso en marcha:
Dos grandes banderas, una negra y otra roja, encabezaban la marcha. Hacia la mitad de la manifestación, había [sic] otras dos enormes banderas, una negra y la otra roja.
La marcha concluyó en las oficinas de The Alarm y Arbeiter Zeitung, en el #107 de la Quinta Avenida.
Aquí, la multitud se reunió al son de los acordes de la ‘Marsellesa’ [el himno revolucionario francés], el ondear de la bandera negra y roja y los vítores del profundamente maltratado proletariado.
Sergei Eistenstein: Banderas Rojas, Banderas Negras, Banderas Blancas
En la primera película soviética Acorazado Potemkin, el director Sergei Eisenstein deseaba representar a lxs rebeldes levantando una bandera roja sobre el acorazado. Pero la película, en blanco y negro de la época, convertía el color rojo en negro. Para lograr el efecto que deseaba, tuvo que filmar las escenas con una bandera blanca en lugar de una roja, y luego colorear la bandera de rojo, fotograma a fotograma. El efecto propagandístico resultante provocó un estruendoso aplauso de lxs obedientes bolcheviques.
Aquí hay una torpe metáfora sobre quién hizo realmente la Revolución Rusa y cómo se describió después. Cada bandera roja real parece una bandera negra para la historia, y esas banderas posteriormente se han eliminado de la narrativa oficial—mientras, las famosas banderas rojas de la ampliamente divulgada propaganda del estado eran en realidad … las banderas de la rendición.
André Breton: Los Colores de la Libertad
El siguiente texto del surrealista André Breton apareció originalmente en Arcane 17 en 1945. Fue traducido al inglés en el número # 7 de The Rebel Worker, en diciembre de 1966 y reimpreso en Dancin ‘in the Streets: Anarchists, IWWs, Surrealists, Situationists, & Provos en la década de 1960 —Como se registra en las páginas de The Rebel Worker & Heatwave.
Agrupadas por encima de nuestras cabezas, las banderas de ventanas jamás apagadas continuaban lamiendo su medida de aire. Tenían el tamaño de aquellas de tela roja que flamean en París, ciertos trabajos de vitalidad, en los que se destaca, en grandes letras negras separadas con puntos, la inscripción “SADE” que a menudo ha acaparado mis ensoñaciones.
La bandera roja, totalmente limpia de marcas o insignias, siempre reencontraré en ella la mirada que pude haber tenido a los diecisiete años, cuando durante una manifestación popular, en las cercanías de la otra guerra; la he visto desplegarse por miles, bajo el cielo de Pré Saint-Gervais. Y, por lo tanto—siento que a través de la razón ya nada me es posible—continuaré estremeciéndome aún más, con la evocación del tiempo en el que aquel mar flameante, en lugares cercanos y bien circunscritos, se vio horadado por el vuelo de banderas negras.
Yo no tenía entonces una gran conciencia política, y debo decir que me siento perplejo cuando intento evaluar lo que me ha sucedido. Pero, más que nunca, las corrientes de simpatía o antipatía deberían por fuerza someterse a las ideas. Y yo sé que mi corazón ha luchado, continuará luchando, debido solo al movimiento de esa jornada. En las galerías más profundas de mi corazón siempre volveré a encontrar el vaivén de estas innumerables lenguas de fuego, algunas de las cuales lamían lentamente una soberbia flor carbonizada.
Es difícil para las nuevas generaciones representarse un espectáculo como aquel de entonces. No se había producido aún todas las formas de desgarro en el seno del proletariado. La antorcha de la Comuna de París estaba lejos de apagarse; había entonces manos más que suficientes para sostenerla, unificaba todo con su poderosa luz, que habría sido menos bella, menos verdadera, sin algunas volutas de humo espeso. Tanta fe individualmente desinteresada, tanta resolución y ardor podía leerse en sus caras; tanta nobleza también en la de los ciudadanos. Alrededor de las banderas negras, cierto, los estragos físicos eran más notorios, pero la pasión había realmente perforado ciertos ojos, dejando allí puntos de incandescencia inolvidables. Sigue siendo como si la llama hubiera pasado sobre todos ellos, quemándolos sólo más o menos; no dejando en algunos sino la reivindicación y la esperanza más razonable, la mejor fundada, mientras que llevó a los otros, más escasos, a consumirse ahí mismo en una actitud inexorable de sedición y desafío.
La condición de la humanidad es tal, independiente de la condición social ultra acomodable de que está hecho el hombre, que incluso esta última actitud—de la cual en la historia intelectual no faltan ilustres representantes que se llamen Pascal, Nietzsche, Strindberg o Rimbaud—me ha parecido siempre la más justificable en el plano emotivo, hecha la abstracción de las razones utilitarias que la sociedad pueda tener para reprimirlas. Indispensable es reconocer al menos, por su parte, que solo ella está marcada por una grandeza infernal. No olvidaré jamás el alivio, la exaltación y el orgullo que me provocó una de las primeras veces, que, siendo niño, me llevaron a un cementerio— entre tantos monumentos funerarios deprimentes o ridículos—el descubrir en una simple placa de granito, el magnífico lema: Ni Dios Ni Amo. La poesía y el arte tendrán siempre debilidad por todo lo que transfigura al hombre, en ese llamado desesperado, irreductible, que de tiempo en tiempo, le hace tomar la decisión irrisoria de jugarse la vida.
Es que más allá del arte, de la poesía, querámoslo o no, se bate también una bandera alternativamente roja o negra. Ahí también el tiempo aprieta: se trata estrujar de la sensibilidad humana todo lo que es capaz de dar. Pero ¿de dónde viene esta ambigüedad aparente, esa indecisión final respecto al color?
Tal vez no le sea dado a un hombre el actuar sobre la sensibilidad de otros para modelarla, ensancharla hasta el punto de ofrecerse a sí mismo en holocausto a todas las fuerzas diseminadas en el espíritu de su tiempo y que, en general, no se buscan entre si sino para tratar de excluirse mutuamente. Es en este sentido que ese hombre es, ha sido siempre y, por un misterioso decreto de estas fuerzas, debe ser a la vez tiempo su víctima y su dispensador. Así es, necesariamente, que un cierto gusto de la libertad humana, llamada a ampliar, aunque sea en ínfima proporción el campo de receptividad de todos, atrae sobre uno solo todas las consecuencias funestas de la inmoderación. La libertad no consiente en acariciar un poco la tierra que ha cuidado a aquellos que no han sabido vivir o han sabido mal, por haberla amado hasta la locura
Jean Genet: “El Tipo de Revolución que Me Gustaría Ver”
El problema es que cuando el responsable de Asuntos Culturales me invitó, yo le dije: «Sí, estoy de acuerdo en ir a Cuba, pero con una condición: yo me pago mi viaje, pago mi estancia y voy adonde quiero, vivo donde quiero», y dije: «Estoy de acuerdo en ir, si es verdaderamente una revolución según mis deseos, es decir, si ya no hay banderas, porque la bandera, en tanto que signo de reconocimiento o emblema que reagrupa, se ha convertido en una teatralidad castradora, que mata —¿y el himno nacional?—. Pide que no haya ni bandera cubana ni himno nacional cubano»
-Jean Genet, entrevista con Hubert Fichte
Howard J. Ehrlich: ¿Por Qué la Bandera Negra?
De Reinventing Anarchy, again (Reinventando la Anarquía, otra vez).
La bandera negra es el símbolo de la anarquía. Evoca reacciones que van desde el horror al deleite entre quienes la reconocen. Descubre lo que significa y prepárate para verla en más y más reuniones públicas … Los anarquistas están en contra de todo gobierno porque creen que la voluntad libre e informada del individuo es la fuerza última de los grupos y de la sociedad misma. Los anarquistas creen en la iniciativa y la responsabilidad individual y en la cooperación incondicional de grupos compuestos por individuos libres. El gobierno es lo opuesto a este ideal, ya que se basa en la fuerza bruta y el fraude deliberado para acelerar el control de la mayoría por parte de unos pocos. Si este proceso cruel y fraudulento está validado por conceptos tan míticos como el derecho divino de los reyes, elecciones democráticas, o un gobierno revolucionario del pueblo, supone poca diferencia para los anarquistas. Rechazamos todo concepto de gobierno en sí mismo y postulamos una confianza radical en la capacidad de resolución de problemas de los seres humanos libres.
¿Por qué nuestra bandera es negra? El negro es una sombra de negación. La bandera negra es la negación de todas las banderas. Es una negación de la nacionalidad que pone a la raza humana contra sí misma y niega la unidad de toda la humanidad. El negro es un estado de ánimo de ira e indignación por todos los horribles crímenes contra la humanidad perpetrados en nombre de la lealtad a un estado u otro. Es ira e indignación por el insulto a la inteligencia humana implícito en las pretensiones, hipocresías y artimañas baratas de los gobiernos … El negro también es un color de luto; la bandera negra que anula a la nación también llora a sus víctimas—los incontables millones asesinados en guerras, externas e internas, para mayor gloria y estabilidad de algún estado sangriento. Llora por aquellos cuyo trabajo es robado (gravado) para pagar la masacre y la opresión de otros seres humanos. Lamenta no sólo la muerte del cuerpo, sino también la paralización del espíritu bajo sistemas autoritarios y jerárquicos; lamenta los millones de células cerebrales apagadas sin la posibilidad de iluminar el mundo. Es un color de dolor inconsolable.
Pero el negro también es hermoso. Es un color de determinación, de resolución, de fuerza, un color por el que todos los demás se aclaran y definen. El negro es el entorno misterioso de la germinación de la fertilidad, el caldo de cultivo de una nueva vida que siempre evoluciona, se renueva, se refresca y se reproduce en la oscuridad. La semilla escondida en la tierra, el extraño viaje de los espermatozoides, el crecimiento secreto del embrión en el útero, todo esto que la negrura rodea y protege.
Entonces, el negro es negación, es ira, es indignación, es duelo, es belleza, es esperanza, es el fomento y el refugio de nuevas formas de vida y relación humanas en y con esta tierra. La bandera negra significa todas estas cosas. Estamos orgullosos de llevarla, lamentamos tener que hacerlo y esperamos el día en que semejante símbolo ya no sea necesario.
Anónimo: Lo Opuesto a la Rendición
Hace algunos años tuve la suerte de estar presente en un pequeño pueblo del sur cuando un joven punk-rocker le mostraba a su, aún más joven, hermano, la casa colectiva a la que se había mudado recientemente.
“¿Qué significa la bandera negra?” preguntó el hermano menor, refiriéndose al cuadrado de tela raída que se exhibía en el porche delantero.
Esperé la respuesta con cierta curiosidad, pues inferí que podría ser una de las primeras veces que se invitaba al hermano mayor a explicar las complejidades de la doctrina anarquista.
“¿Oh, eso?” respondió el punk-rocker. “Es como … lo opuesto a rendirse”.
Breve Apéndice sobre la Identidad Anarquista
Cuando se le preguntó si él mismo era anarquista, Santiago Sierra respondió: “Considero el anarquismo como una filosofía política y de comportamiento con la que me identifico plenamente. Sin embargo, el anarquismo es, sobre todo, moralidad, e implica una forma de vida sin concesiones. En este sentido, no lo sería tanto, porque mi vida está muy alejada de la de un militante anarquista”.
Esta humilde respuesta recuerda la respuesta del estudiante chileno José Domingo Gómez Rojas, cuando el ministro especial José Astorquiza exigió saber si era anarquista: “No tengo, querido ministro, la suficiente disciplina moral para asumir ese título, que nunca mereceré”. Sin embargo, Gómez Rojas fue asesinado por el Estado chileno mientras estaba bajo custodia.
Lo importante es destruir los mecanismos que centralizan la violencia y el control.
“Tienen una bandera negra a media asta por la esperanza y la melancolía, para avanzar por la vida, cuchillos para cortar el pan de la amistad y algunas armas oxidadas para no olvidar. No hay más que uno entre cien y, sin embargo, existen. Se mantienen de pie, hombro con hombro, felices. Y por eso siguen en pie. Los anarquistas.”
Léo Ferré, “Les Anarchistes”, fue interpretada por primera vez el 10 de mayo de 1968, en la reunión anual de la Federación Anarquista.
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Según el número del 10 de abril de 1871 del diario oficial de la Comuna, “Hay una mujer enérgica luchando en las filas del Batallón 61º. Ha matado a varios alguaciles y agentes de policía”. George Clemenceau confirma que se trataba de una cuestión de vida o muerte: “Para no morir ella misma, mató a otros … Nunca sabré cómo consiguió evitar que la mataran cien veces ante mis propios ojos. Y solo la observé durante una hora”. ↩
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Escrito en La Historia de la Bandera Roja, Desde sus Orígenes hasta la Guerra de 1939]]. ↩