El domingo 25 de febrero recibimos un correo electrónico de una persona que firmaba como1 Aaron Bushnell.
Decía así,
Hoy, estoy planeando participar en un acto extremo de protesta contra el genocidio del pueblo palestino. Los siguientes enlaces le llevarán a una transmisión en directo y a imágenes grabadas del acto, que será muy perturbador. Les pido que se aseguren de que las imágenes se conservan y se informa sobre ellas.
Hemos consultado la cuenta de Twitch. El nombre de usuario que aparecía era “LillyAnarKitty”, y el icono de usuario era un círculo A, el significante universal del anarquismo: el movimiento contra toda forma de dominación y opresión.
En el vídeo, Aaron comienza presentándose. “Me llamo Aaron Bushnell. Soy miembro en activo de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos y ya no seré cómplice del genocidio. Estoy a punto de participar en un acto extremo de protesta, pero en comparación con lo que la gente ha estado experimentando en Palestina a manos de sus colonizadores, no es extremo en absoluto. Esto es lo que nuestra clase dominante ha decidido que sea normal”.
En el vídeo se ve cómo Aaron sigue filmando mientras se dirige a la puerta de la embajada israelí en Washington DC, cuelga el teléfono, se rocía con un líquido inflamable y se prende fuego, gritando varias veces “Palestina libre”. Cuando se desploma, los agentes de policía que habían estado observando el desarrollo de la situación entran en escena: uno con un extintor y otro2 con una pistola. El agente sigue apuntando con la pistola a Aaron durante más de treinta segundos mientras Aaron yace en el suelo, ardiendo.
Después, la policía anunció que había llamado a su Unidad de Desactivación de Explosivos, aunque no había explosivos en el lugar.
Desde entonces hemos confirmado la identidad de Aaron Bushnell. Sirvió en las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos durante casi cuatro años. Uno de sus seres queridos nos describió a Aaron como “una fuerza de alegría en nuestra comunidad”. Un post on-line lo describió como “una persona increíblemente gentil, amable y compasiva que dedica cada minuto y cada céntimo que tiene a ayudar a los demás. Es gracioso, hace reír a cualquiera y no haría daño a una mosca. Es un anarquista de principios que vive sus valores en todo lo que hace”.
Los amigos de Aaron nos dicen que ha fallecido como consecuencia de sus heridas.
Durante toda la tarde, mientras otros periodistas daban la noticia, discutimos sobre cómo debíamos hablar de esto. Algunos temas son demasiado complejos para abordarlos en un apresurado post en las redes sociales.
La magnitud de la tragedia que está teniendo lugar en Gaza es desgarradora. Supera cualquier cosa que podamos comprender desde la posición ventajosa de Estados Unidos. Más de 30.000 personas palestinas han muerto, entre ellos más de 12.000 niños y niñaas. Más de la mitad de los edificios habitables de toda Gaza han sido destruidos, junto con la mayoría de los hospitales. La inmensa mayoría de la población vive como refugiada, con escaso acceso a agua, alimentos o cobijo.
El ejército israelí planea ahora una invasión terrestre de Rafah que añadirá un número incalculable de víctimas a este balance. No es una hipérbole decir que estamos asistiendo a la realización deliberada de un genocidio. Todas las pruebas disponibles indican que el ejército israelí seguirá matando personas palestinas por millares hasta que se vea obligado a detenerse. Y cuanto más dure este derramamiento de sangre, más personas morirán en el futuro, a medida que otros gobiernos y grupos imiten el precedente sentado por el gobierno israelí.
El gobierno de Estados Unidos tiene igual responsabilidad en esta tragedia, al haber armado y financiado a Israel y haberle proporcionado impunidad en el ámbito de las relaciones internacionales. Dentro de Israel, las autoridades han reprimido eficazmente los movimientos de protesta en solidaridad con Gaza. Si las protestas van a ejercer influencia para detener el genocidio, depende de la gente de Estados Unidos averiguar cómo lograrlo.
Pero, ¿qué hará falta? Miles de personas en todo el país han protagonizado valientes actos de protesta sin conseguir todavía detener el asalto de Israel.
Aaron Bushnell fue uno de los que empatizaron con los palestinos que sufrían y morían en Gaza, uno de los que se preguntaban cuáles eran nuestras responsabilidades cuando nos enfrentábamos a semejante tragedia. En este sentido, fue ejemplar. Honramos su deseo de no permanecer pasivos ante la atrocidad.
La muerte de una persona en Estados Unidos no debería considerarse más trágica -ni más noticiosa- que la muerte de una sola persona palestina. Aún así, hay más que decir sobre su decisión.
Aaron era la segunda persona que se autoinmolaba en una institución diplomática israelí en Estados Unidos. Otro activista hizo lo mismo en el consulado israelí de Atlanta el 1 de diciembre de 2023. No es fácil para nosotros saber cómo hablar de sus muertes.
Algunos periodistas se consideran a sí mismos comprometidos en la actividad neutral de difundir información como un fin en sí mismo, como si el proceso de seleccionar qué difundir y cómo enmarcarlo pudiera ser alguna vez neutral. Por nuestra parte, cuando hablamos, suponemos que nos dirigimos a personas de acción, personas que, como nosotras, son conscientes de su capacidad de acción y están decidiendo qué hacer, personas que pueden estar luchando contra el dolor y la desesperación.
Los seres humanos se influyen mutuamente tanto a través de argumentos racionales como mediante la contagiosidad de la acción. Como dijo Peter Kropotkin [https://revolution.chnm.org/d/560], “El valor, la devoción, el espíritu de sacrificio son tan contagiosos como la cobardía, la sumisión y el pánico”.
Así como tenemos la responsabilidad de no mostrar cobardía, también tenemos la responsabilidad de no promover el sacrificio casualmente. No debemos hablar despreocupadamente de asumir riesgos, incluso riesgos que hayamos asumido nosotras mismas. Una cosa es exponerse deliberadamente al riesgo; otra cosa es invitar a otras personas a correr riesgos, sin saber cuáles pueden ser las consecuencias para ellas.
Y aquí no estamos hablando de un riesgo, sino de la peor de las certezas.
No glamoricemos la decisión de acabar con la propia vida, ni celebremos nada que tenga repercusiones tan permanentes. En lugar de exaltar a Aarón como un mártir y animar a otros a emularle, honramos su memoria, pero te exhortamos a tomar un camino diferente.
“Esto es lo que nuestra clase dirigente ha decidido que sea normal”.
Estas palabras de Aaron nos persiguen.
Tiene razón. Estamos entrando rápidamente en una era en la que la vida humana se trata como algo sin valor. Esto es obvio en Gaza, pero también podemos verlo en otras partes del mundo. Con la proliferación de las guerras en Oriente Medio y el Norte de África, nos encontramos en el umbral de una nueva era de genocidios. Incluso en Estados Unidos, los incidentes con víctimas en masa se han convertido en rutina, mientras que todo un segmento de la clase baja se ve abocado a la adicción, la falta de hogar y la muerte.
Como táctica, la autoinmolación expresa una lógica similar a la premisa de la huelga de hambre. El manifestante se trata a sí mismo como un rehén, intentando utilizar su voluntad de morir para presionar a las autoridades. Esta estrategia presupone, en primer lugar, que las autoridades se preocupan por el bienestar del manifestante. Hoy, sin embargo, como escribimos en relación con la huelga de hambre de Alfredo Cospito,
Nadie debería hacerse ilusiones sobre cómo ven los gobiernos la santidad de la vida en la era del COVID-19, cuando el gobierno de Estados Unidos puede consentir la muerte de un millón de personas sin sonrojarse mientras que el gobierno ruso emplea explícitamente a convictos como carne de cañón. Los políticos fascistas recién elegidos que gobiernan Italia no tienen escrúpulos en condenar a muerte a poblaciones enteras, y mucho menos en permitir que muera un solo anarquista.
En este caso, Aaron no era un anarquista encarcelado, sino un miembro en activo del ejército estadounidense. Su perfil de linkedin especifica que se graduó del entrenamiento básico “primero de vuelo y primero de clase”. ¿Supondrá esto alguna diferencia para el gobierno estadounidense?
Al menos, la acción de Aaron demuestra que el genocidio no puede tener lugar en el extranjero sin daños colaterales a este lado del océano. Por desgracia, las autoridades nunca se han conmovido especialmente por las muertes de militares estadounidenses. Innumerables veteranos estadounidenses han luchado contra la adicción y la falta de hogar desde que regresaron de Irak y Afganistán. Los veteranos se suicidan a un ritmo mucho mayor que el resto de adultos. El ejército estadounidense sigue utilizando armas que exponen a las tropas estadounidenses a lesiones cerebrales permanentes.
A los militares se les enseña a entender su disposición a morir como el principal recurso que tienen para poner al servicio de las cosas en las que creen. En muchos casos, esta forma de pensar se transmite de generación en generación. Al mismo tiempo, la clase dirigente se toma con calma la muerte de los soldados. Esto es lo que han decidido que sea normal.
No es la voluntad de morir lo que convencerá a nuestros gobernantes. En realidad temen nuestras vidas, no nuestras muertes: temen nuestra voluntad de actuar colectivamente según una lógica diferente, interrumpiendo activamente su orden.
Muchas cosas que merecen la pena conllevan riesgos, pero elegir intencionadamente poner fin a tu vida significa cerrar años o décadas de posibilidades, negando al resto de nosotros un futuro contigo. Si una decisión así es apropiada, es sólo cuando se han agotado todas las demás posibilidades.
La incertidumbre es una de las cosas más difíciles de soportar para los seres humanos. Se tiende a intentar resolverla lo antes posible, incluso imponiéndose de antemano el peor de los escenarios, aunque eso signifique optar por la muerte. Hay una especie de alivio en saber cómo acabarán las cosas. Con demasiada frecuencia, la desesperación y el autosacrificio se mezclan y confunden, ofreciendo una salida demasiado sencilla a tragedias que parecen irresolubles.
Si tienes el corazón roto por los horrores de Gaza y estás dispuesto a soportar consecuencias importantes para intentar detenerlos, te instamos a que hagas todo lo que esté en tu mano para encontrar camaradas y hacer planes colectivamente. Sienta las bases para una vida plena de resistencia al colonialismo y a todas las formas de opresión. Prepárate para asumir los riesgos que te exija tu conciencia, pero no te precipites hacia la autodestrucción. Os necesitamos desesperadamente vivos y vivas, a nuestro lado, para todo lo que está por venir.
Como escribimos en 2011 en referencia a la autoinmolación de Mohamed Bouazizi,
No hay nada más aterrador que apartarse de lo que conocemos. Puede que haga falta más valor para hacerlo sin suicidarse que para prenderse fuego. Ese valor es más fácil de encontrar en compañía; hay tantas cosas que podemos hacer juntas que no podemos hacer como individuos. Si hubiera podido participar en un poderoso movimiento social, quizá Bouazizi nunca se habría suicidado; pero paradójicamente, para que tal cosa sea posible, cada una de nosotras tiene que dar un paso análogo al que él dio hacia el vacío.
Admitamos que el tipo de actividad de protesta que ha tenido lugar hasta ahora en Estados Unidos no ha servido para obligar al gobierno estadounidense a poner fin al genocidio en Gaza. Queda abierta la cuestión de qué podría lograrlo. La acción de Aaron nos desafía a responder a esta pregunta, y a hacerlo de forma diferente a como él lo hizo.
Lamentamos su muerte.
Si usted o algún miembro de su familia sirve actualmente en el ejército estadounidense, póngase en contacto con la GI Rights Hotline en el 1-877-447-4487.